domingo, 29 de julio de 2007

Demaciado jóvenes para ser madres


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NICOLE,* que hoy ya pasa de los 35, es una mujer llena de energía, segura de sí misma y con tres hijos —la mayor de 20 años—. Tiempo atrás se contó entre los millones de adolescentes solteras que, al quedar embarazadas, se ven ante un futuro incierto, abrumadas por enormes problemas y difíciles decisiones. Ella ya no habla mucho de aquel duro golpe ni de la negación, el temor, la rabia y la desesperación que marcaron el final de su adolescencia, etapa en la que la mayor inquietud de sus amigas era la ropa y las calificaciones escolares. Sin embargo, aún había esperanza. Nicole provenía de una familia que le había inculcado con amor elevados principios morales. Y aunque durante un tiempo no los siguió —y le salió muy caro—, esos mismos principios la ayudaron más adelante a llevar una vida útil y significativa. Adoptó el lema: “No está todo perdido”. Por desgracia, no todas las madres adolescentes cuentan con el apoyo de su familia ni ven las cosas con tanto optimismo. De hecho, muchas enseguida se hallan atrapadas en las garras de la pobreza, sin escape aparente. Algunas incluso deben afrontar las secuelas del abuso sexual o físico. A su vez, tales problemas afectan a los bebés, que “por regla general nacen con menos peso, padecen más enfermedades infantiles, tienen mayor índice de mortalidad, reciben peor atención médica, sufren más hambre y desnutrición, están expuestos a más violencia y se desarrollan con más lentitud” (Teen Moms—The Pain and the Promise [Madres adolescentes. El dolor y la promesa]). Además, en el caso de que sea una niña, es más probable que ella también sea madre en su adolescencia. ¿Cuál es la magnitud de este problema? ¿Cómo pueden estas muchachas superar con éxito el reto de criar a sus hijos? ¿Hay alguna forma de ayudar a las jóvenes para que ni siquiera tengan que pasar por tal difícil situación?

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